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Nueva huelga de ferroviarios en São Paulo expone el conflicto entre trabajadores y sindicatos

Un paro de 2.000 trabajadores ferroviarios en São Paulo paralizó tres líneas de cercanías operadas por la empresa estatal CPTM el 24 de agosto. El paro fue marcado por la militancia de las bases, que tenían como su demanda central un aumento salarial. Se produjo tras otra huelga, 40 días antes, en cuatro otras líneas operadas por la compañía, y una ola de huelgas en el sector del transporte.

Advertencia de huelga a la entrada de una estación de trenes de cercanías de CPTM (Twitter)

Al igual que con la huelga de los trabajadores ferroviarios del 15 de julio, trabajadores de las bases del sindicato Central do Brasil (vinculado al Partido de los Trabajadores) respondieron a la convocatoria de la huelga con un paro masivo, cerrando más de 20 estaciones en el sector este, la región más poblada de São Paulo ciudad.

Combinadas, estas dos huelgas en un sector del transporte esencial de la mayor metrópolis sudamericana en solo poco más de un mes, marca un desafío significativo a la camisa de fuerza que imponen los sindicatos, que han hecho todo lo posible por impedir que sucedan.

En un boletín de diciembre de 2020, el Sindicato de Trabajadores Ferroviarios de São Paulo, que representa a trabajadores de las cuatro líneas que fueron a la huelga en julio, declaraba desvergonzadamente: '¡No te cruces de brazos nunca!' La frase —que significa nunca te quedes sentado sin hacer nada— era el título de un artículo que tenía por objetivo canalizar la lucha de los trabajadores hacia simples acciones legales.

Los otros sindicatos no se diferenciaron. El sindicato Central do Brasil aplazó la huelga en todas las asambleas que celebró a lo largo de los últimos meses e impuso el aislamiento de los trabajadores, basándose en decisiones del Tribunal Laboral regional.

En una de las reuniones, celebrada el 4 de agosto, las maniobras de los funcionarios sindicales fueron cuestionadas por muchos trabajadores. Los trabajadores de base estaban indignados por la propuesta de aplazar la huelga y porque el sindicato les cobrara por la negociación.

'El representante sindical dio un discurso para persuadir a la gente de que no aceptara la propuesta para el pago del PPR [una bonificación anual]', le dijo un trabajador ferroviario al World Socialist Web Site. 'Se votó, y la inmensa mayoría estaba a favor de la indicación del sindicato de no aceptar la propuesta. Después de la votación, el representante anunció que, para que se represente a los que no son miembros, se les cobraría un 10 por ciento de la cantidad total del PPR.

'Esto generó un murmullo porque él no lo explicó antes de la votación. Se votó de nuevo y esta vez el resultado fue muy ajustado, con 33 votos a favor y 30 en contra, siguiendo la dirección del sindicato'.

Las propuestas presentadas en la reunión por el sindicato fueron creadas para arrinconar a las bases, obligándolas a elegir entre que la empresa ataque sus derechos, que quería aplazar el pago de la bonificación, o que lo hiciera el propio sindicato, que quería hacerse con parte de esa suma.

'Aparentemente, el sindicato, a pesar de todos los ataques que han venido sufriendo los trabajadores, sigue persiguiendo sus propios intereses', dijo un trabajador ferroviario.

Los cuatro sindicatos que dicen representar a empleados de CPTM desempeñaron un papel crucial en el deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores ferroviarios a lo largo de la última década. Especialmente en los dos últimos años, el empeoramiento de los estándares de vida se ha acelerado tanto debido al proceso de privatizar la empresa, como a los ataques a los derechos de los trabajadores promocionado por la clase gobernante a nivel nacional, mediante sucesivas 'reformas laborales' y un desempleo masivo.

A pesar de los ataques profundos y generalizados, los sindicatos sistemáticamente hicieron de agentes de la empresa y del gobierno, reforzando el aislamiento de los trabajadores de cada línea con reuniones fragmentadas pensadas para diluir la oposición y convencer a los trabajadores de aceptar las propuestas de la empresa.

En una serie de derrotas organizadas por los sindicatos, los trabajadores de CPTM ya estaban entrando en su tercer año sin aumento salarial. Como fracasaban los esfuerzos por parte de los sindicatos para impedir la lucha, la empresa ofreció un aumento salarial del 4 por ciento en relación a 2020, más un 6 por ciento para 2021. Pero la propuesta incluía el pago de sueldos atrasados de 2020 en 10 cuotas, y los trabajadores se negaron, yendo a la huelga.

Otro trabajador ferroviario que habló con el WSWS señaló que 'sin la organización de las bases, no hubiera pasado nada, porque el sindicato no tenía gente suficiente implicada y no tenía la iniciativa de ir a las estaciones y movilizar de verdad a la clase trabajadora'.

La radicalización de los trabajadores ferroviarios —demostrada especialmente por los maquinistas, con una adhesión del 100 por ciento a la huelga— fue respondida con celeridad por el gobierno. Mientras la huelga todavía estaba teniendo lugar, el secretario de Estado para tránsito masivo, Alexandre Baldy, anunció el despido de diez trabajadores 'para dar el ejemplo'.

Baldy dijo, durante una entrevista en Radio Bandeirantes, que los trabajadores despedidos habían sido seleccionados 'según sus equipos de operación' por haber 'incitado' a la huelga o 'hacer daño a los que querían ir a trabajar'.

Unas pocas horas después de que empezara la huelga, 13 trabajadores ya habían recibido telegramas con notificaciones de despido. La intimidación de la empresa empezó a generar reacciones indignadas en algunos grupos de WhatsApp de trabajadores de base, que empezaron a demandar, además de los aumentos salariales, 'cero despidos' como condición para volver a trabajar.

Notificación de despido recibida por trabajadores durante la huelga. (Imagen enviada por un trabajador)

Como el paro del transporte en São Paulo se estaba volviendo uno de los temas principales en la prensa, la negociación de la huelga pasó a ser un espectáculo televisivo. Al final del día, el gobierno y los representantes sindicales llegaron a un acuerdo, en directo, en el programa de televisión de persecuciones policiales Brasil Urgente. El sindicato aceptó el acuerdo inmediatamente, antes de consultar a las bases. La propuesta incluía el pago de salarios atrasados en cinco cuotas, en vez de 10; y la empresa se comprometió a 'revisar' los despidos que anunciara antes.

Dos días después de la promesa en la televisión nacional, la empresa todavía no había recontratado a los trabajadores despedidos. Según los trabajadores ferroviarios, 'las bases estaban furiosas, todos estaban indignados'. Se estaban generando las condiciones para otra huelga y, percatándose de que se enfrentaba a una nueva movilización obrera, CPTM readmitió a los trabajadores previamente despedidos.

A pesar del discurso 'triunfal' que dieron los sindicatos, los 'logros' de las dos huelgas —la bonificación relacionada a 2020 pagada en cuotas y una corrección inflacionaria que no compensa la erosión de los salarios reales— definitivamente no satisfacen ni siquiera las necesidades más urgentes de los trabajadores ferroviarios, la mayoría de los cuales hoy cobran un sueldo de unos R$ 2.800 (US$ 470) por mes.

Además de desvivirse por pagar las facturas, los trabajadores ferroviarios, al igual que toda la clase trabajadora brasileña, se enfrentan a un sistema global de explotación de clases en profundo declive, que tiene una expresión particularmente avanzada en Brazil en la figura de tipo fascista del presidente Jair Bolsonaro.

Bolsonaro sigue mostrando su absoluto desprecio por las 580.000 personas muertas en el país durante la pandemia de COVID-19. Su defensa reiterada del trabajo continuado y la exposición al virus tiene las raíces más terribles en la historia mundial reciente. El año pasado, para dar publicidad a sus acciones hacia la pandemia, el gobierno defendió la consigna de 'el trabajo te hace libre', la misma que se usaba a las puertas de los campos de concentración nazis. Bolsonaro ya ha dado innumerables muestras de que está dispuesto a suprimir derechos democráticos básicos para asegurar 'la libertad de trabajar', o más bien la libertad de explotar a los trabajadores.

Es imposible evaluar la actuación de los sindicatos ferroviarios y hacer un balance de las huelgas recientes fuera de este contexto. El papel que están desempeñando los sindicatos durante la pandemia, ayudando a mantener obligados a los trabajadores en lugares de trabajo mortales, fue fundamental para la implementación de la política homicida de la clase gobernante de la 'inmunidad colectiva'.

Bajo estas condiciones, las afirmaciones de las organizaciones burguesas supuestamente de 'izquierdas' como el Partido de los Trabajadores (PT), así como sus satélites pseudoizquierdistas, repetidas durante la huelga actual, de que los trabajadores eran 'victoriosos' y obtuvieron 'logros parciales' son ridículas. Estas fuerzas, y los sindicatos afiliados a ellas, son pilares del apoyo a un gobierno putrefacto como el de Bolsonaro, ante el cual se desintegran sus pretensiones radicales que se esfuman y sus títulos formales de 'representantes de los trabajadores'.

Un movimiento genuino de los trabajadores ferroviarios requiere la ruptura con estos falsos representantes y sus estructuras sindicales putrefactas. Ello implica construir comités de base independientes, que sean independientes de los sindicatos y que se opongan a ellos, que se dirijan a sus hermanos de clase, a escala nacional e internacional, y que estén armados con un programa socialista.

(Publicado originalmente en inglés el 4 de septiembre de 2021)

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